PALABRAS DE SALUTACIÓN
FUNDACIÓN DE LA SECCIÓN MEXICANA DE LA IPMG
9 DE ABRIL DE 2021
Estimados amigos y colegas:
Es para mí una satisfacción saludarles a todos Vds., con ocasión de la fundación de la Sección Mexicana de la IPMG. Desde este momento, forman ustedes parte de una organización global, dedicada al estudio de Mainländer.
Esta ampliación de la IPMG a tierras mexicanas era algo lógico. En primer lugar, la recepción de Mainländer es en México, desde hace ya algún tiempo, por decirlo así, virulenta. La Jornada celebrada en abril de 2018 en la Universidad Autónoma de Guerrero, que fue el primer acto académico organizado en Mesoamérica sobre la obra de Mainländer, y la publicación, un año después, en abril de 2019, del volumen conjunto Philipp Mainländer. Actualidad de su pensamiento, preceden a esta fundación de la Sección Mexicana. Sus actividades se enmarcan dentro de la recepción global de Mainländer. De manera que la reflexión intercultural sobre las obras filosóficas y literarias de Mainländer recibe, con la fundación de la Sección Mexicana de la IPMG, un impulso esencial.
Ante todo, con la fundación de esta Sección, se ve decisivamente reforzado el compromiso español y latinoamericano en relación con Mainländer. Junto con las Secciones colombiana y española de la IPMG, están ustedes en la punta de lanza de la recepción mundial de la obra mainländeriana. Aunque actualmente la filosofía de Mainländer y sus ideas se difunden también por Japón, Australia, China, Serbia, Italia, entre otros países, sin duda la Sección Mexicana, que ahora fundamos, es una de las que desarrolla una actividad más importante en relación con la obra de nuestro autor.
Y no sin motivo, pues la filosofía de Mainländer permite afrontar muchos de los problemas globales que nos acucian actualmente. Es evidente que la obra de Philipp Mainländer no ha perdido nada de su significado en el siglo XXI, y que su actualidad se hace cada vez más evidente.
Mainländer formuló los aspectos esenciales de su pensamiento en una próspera época fundacional, en la que el nuevo Estado alemán se presentaba como fuerte y consolidado. En correspondencia, sus análisis fueron considerados como reaccionarios, pesimistas, nihilistas, ilógicos, carentes de cientificidad, ateos, heréticos, blasfemos, atribuyéndosele todo tipo de perogrulladas parecidas. Cualquiera de los planteamientos fundamentales de Mainländer encuentran su confirmación en el siglo XXI, y las objeciones de sus críticos parecen ahora absurdas. La clarividencia de este comerciante, metido a intelectual, que desarrolló su pensamiento a título privado, anticipó las poco imaginativas cábalas de nuestros posmodernos y los correspondientes pensamientos cuasi-científicos de empoderamiento.
La teoría central de Mainländer es de una claridad y elegancia cautivadoras: según él, el mundo no es en absoluto un cosmos, ni un todo dispuesto armoniosamente, de eterna duración, sino que funciona como una gigantesca maquinaría de autodestrucción. Todo lo domina una primigenia e inflexible voluntad de morir, que estuvo abocada desde el comienzo a la aniquilación por desgaste y abrasión. Sus gigantescas potencias creadoras y constructivas solo sirven, en su efecto final, para acelerar la decadencia, igual que les sucede a los seres humanos, que diseñan máquinas cada vez más complejas, para hacer, por ejemplo, que desaparezcan las selvas vírgenes, o para demoler los edificios que ellos mismos erigen.
La actualidad de Mainländer ha de ser admitida por cualquiera que reflexione un poco, sin necesidad de ulteriores análisis filosóficos. Las consecuencias del agotamiento de nuestro planeta debido a la contaminación atómica, el envenenamiento de los ríos, la sequía del suelo y la polución atmosférica, son cosas que afectan a cualquier persona que habite en este planeta. Los, así llamados, daños colaterales, son igualmente evidentes, igual que la transformación de la cultura en un espectáculo de entretenimiento. La capacidad adivinatoria de Mainländer le permitió prever el desarrollo de estos acontecimientos como algo inevitable.
Para la filosofía de Mainländer este estado no es, en absoluto, un accidente, propio del desarrollo industrial, sino la expresión de un despliegue que ha de conducir desde un estado originario del supra-ser a la nada absoluta, desembocando en la redención de todo el ser. Formulado en términos actuales: el Big-bang y la teoría del caos encuentran su anticipación filosófica en la metafísica mainländeriana de la entropía. Lo provocativo de Mainländer consiste en que él es capaz de abordar en un solo pensamiento el comportamiento del ser humano y la extensión exponencial de los infinitos multiversos, que consisten en innumerables universos particulares. Si estos resultan aceptables para el pensamiento humano como inevitables y no susceptibles de manipulación, aquel es sentido como una enfermedad narcisista de la evolución, que, con su permanente reproducción de fricciones, no requiere consentimiento humano. El proceso de la vida, “sentido” por el ser humano como acto consciente es, según Mainländer, también la consecuencia necesaria de una decisión pre-mundana, tan inconcebible para nosotros como la permanente expansión de los multiversos. El “suicidio de Dios” –como advierten algunos críticos de Mainländer- fija cualquier intencionalidad. El macrocosmos y el microcosmos están determinados por el Big-bang. La identidad estructural de todas las entidades que describe la teoría del caos está anticipada, asimismo, por la cosmología de Mainländer.
En Mainländer convergen análisis y narración, filosofía y literatura. Utilizando un lenguaje inusualmente claro para lo que suele ser habitual en la jerga filosófica, Mainländer demuestra que un texto filosófico puede ser legible. Esto no se debe solo al alter ego de Mainländer, Schopenhauer, quien enriqueció decisivamente la lengua alemana, sino que procede de su propia capacidad para conjugar su aguda capacidad analítica con sus dotes como literato, dramaturgo, poeta, narrador, escritor de epístolas y autobiógrafo. Que la extraordinaria filosofía de Mainländer, única en la historia de esta disciplina, pueda percibirse como un “poema filosófico”, y menos como filosofía en sentido estricto, es algo que se debe también, seguramente, al talento literario de Mainländer.
Su obra literaria ocupa los volúmenes tres y cuatro de los cuatro tomos que componen sus Obras Completas. Aun cuando la recepción posterior describe la obra literaria de Mainländer de forma variable, tachándola a veces de diletante y otras como propia de un epígono, lo que sí es cierto es que ha sido reconocida por otros poetae docti, como Alfred Kubin, Theodor Lessing, Ludwig Marcuse, E. M. Cioran, y J. L. Borges, entre otros. Incluso grandes escritores, como Thomas Mann y Karl May, no pudieron escapar del influjo de Mainländer. También el famoso aserto de Nietzsche, pronunciado por Zarathustra: “Dios ha muerto” puede demostrarse que lo tomó de la tesis central mainländeriana: “Dios ha muerto, y su muerte fue la vida del mundo”. Que Mainländer mezclase su competencia filosófica con la literaria, y que proyectase un “poema filosófico”, es algo que solo puede desilusionar a los puristas; pero la utilización de sus medios fue, y es, apropiada, y no solo para los que anteriormente hemos citado. También en esto es Mainländer un solitario en la historia de la filosofía.
El pensamiento de Mainländer no se agota en absoluto en el fatalismo o el quietismo, en la reflexión estética o filosófica; su reclamo es intencionado. El proceso de redención universal de Mainländer se orienta al budismo, al cristianismo “puro”, igual que a las filosofías de Spinoza a Schopenhauer, pasando por Kant. Su soteriología tiene también un compromiso social, claramente expresado, pues culmina en la construcción de un “Estado ideal”, que, tomando como modelo el “comunismo”, hace posible el “amor libre” y la “reconciliación del capital y el trabajo”. Todo ello es, para Mainländer una condición imprescindible para la redención del ser. Le es ajena cualquier crítica cultural, o cualquier pesimismo histórico sublimado. La fuerza del pensamiento de Mainländer no consiste solamente en su proyecto utópico-social, sino en su percepción del ser humano, que es comprensible transculturalmente.
Pues solamente la sociedad ideal vivida, y vivamente pretendida, posibilita el conocimiento de que, en una sociedad en la que los problemas materiales y sociales están resueltos para todos, domina el que para Mainländer es el mayor de todos los males: el hastío. Una mirada sobre nuestra opulenta sociedad occidental nos ahorra buscar cualquier argumento en contra. Solo experimentando ese estado, en el cual en el cumplimiento de una necesidad ya está dispuesta la tendencia hacia la siguiente satisfacción, le hace tener claro al individuo, según Mainländer, que en la permanente satisfacción de la necesidad se encuentra la base para todo el sufrimiento del mundo.
La condición fundamental para aquel conocimiento es, a juicio de Mainländer, la educación. Mainländer percibió un “clamor por la educación” que atraviesa todas las clases de la sociedad. Por eso, para él, la solución de la cuestión social se encuentra en una respuesta a la cuestión de la educación. Sin embargo, su empatía no deja atrás a nadie; ninguno debe merecerse la redención solo gracias a su esfuerzo, su vida o aprendizaje. La siguiente cita aclara este derecho por adelantado a la redención, y da un ejemplo de hasta qué punto la filosofía de Mainländer resulta empática:
Pues, ¿qué persona razonable tendría ánimos para decir que solo tendrán parte en la redención aquellos que se la hayan procurado mediante el amor al prójimo y la castidad? Todos aquellos a los que el destino ha precipitado en la noche de la completa aniquilación, ya solo con su sufrimiento han pagado muy cara la liberación de sí mismos. (…); pues la vida es dolor. Por miles de siglos, debieron seguir adelante, como voluntad hambrienta de vivir, bien en esta, bien en aquella forma, sin reposo, sintiéndose siempre impelidos, pateados, dilacerados por la fusta sobre sus espaldas, pues les faltaba el principio liberador: la razón que piensa. Cuando alcanzaron a poseer, por fin, este precioso bien, crecieron, junto con la inteligencia, el desgaste y la necesidad”. (Philosophie der Erlösung, Band I, p. 261 [Filosofía de la redención, Xorki, 2014, p. 279])
El santo y el demonio trabajan mano a mano, actuando ambos como medio para el fin. El más acá y Más Allá, bien y mal, libertad y necesidad, religión y ateísmo, cualquier dualismo, encuentra su sentido en la doctrina transcultural de la redención de Mainländer. Ella asume las poderosas fuerzas retardatarias, y las reúne en una Filosofía de la redención que sobrepasa a todas las culturas.
“Ahora hay, por una vez, un sentido en el mundo” (Philosophie der Erlösung, Band 2, p. 635). Esta insólita sentencia asombra, cuando se piensa que es expresada por un filósofo, en cuyo contexto filosófico se sitúan grandes filósofos, como Kant y Schopenhauer. Admira, igualmente, que una teoría de la decadencia se describa como plena de sentido, teoría que encuentra su confirmación en el nihilismo, el pesimismo metafísico y filosófico y en el ateísmo. La Filosofía de la redención reconoce el sentido en la finitud de la ilusión, el desgaste que provocan los padecimientos, y alienta cualquier reflexión sobre la nada absoluta, el Nirvana, el no ser.
Según esto, no existe ninguna contradicción en el conocimiento de que el esfuerzo de un “autoempoderamiento del sujeto” lo determinó una entidad pre-mundana, conocimiento que supuso por entonces algo extraordinario, y que hoy insiste de nuevo sobre la propia responsabilidad del sujeto. La fundación de la Sección Mexicana de la IPMG se sitúa, pues, en el contexto del esfuerzo hacia una respuesta a la demanda de educación, que, según Mainländer, constituye el presupuesto para la redención de la voluntad individual.
Les deseo a Oscar Fernando Burgos Cruz, así como a todos los miembros y participantes de este proyecto, mucho éxito, que les todo vaya bien, y que alcancen el mayor rendimiento filosófico.
Dr. Fil. Winfried H. Müller-Seyfarth
Portavoz de la IPMG
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